Todo Se Lo Debo A El



Lo admito, soy de las personas que en más de una ocasión decía: ¿Por qué me pasa esto a mí? Cuando se trataba de cosas malas. Pero he entendido que no es de sorprenderse el que nos pase cosas malas, aun cuando nosotros procuremos ser buenos. ¿Por qué lo digo?

Piensa un momento… Dios nos entregó un mundo hermoso, era un Edén. Su plan era convivir con el ser humano en esta preciosa tierra. Pero el hombre ha decidido, desde el principio, hacerlo a un lado. Tomando sus propias decisiones, equivocadas la mayoría de veces, y sin importarle las consecuencias, aunque la mayoría de veces no son solo personales sino que conlleva daños colaterales (ooh que letrado soné, me está afectando la maestría), lo que quise decir, es que la mayoría de nuestras decisiones afectan a otros.

Creo que es más que obvio, que vivimos en un mundo rodeado de tantas cosas malas, contaminación ambiental, perversiones sexuales (aunque quieran llamarle preferencias o alternativas), intolerancia (aunque quieran disfrazarla de libertad de decisión), decaimiento moral (ahora no hay blanco o negro, solo grises, total todo es relativo), drogadicción (y hasta legal), etc. Entonces no es para sorprenderse que niñas queden embarazadas desde los 12 años, lo que produce madres o padres preocupados por ellos mismos y sus propios intereses olvidando a su familia, por tanto hijos obligados a tomar decisiones de adultos siendo niños inexpertos, muertes provocadas por drogas o incluso por alcohólicos, más cáncer y enfermedades mortales, etc.

Viviendo en mundo así, rodeados de tanto mal, lo realmente sorprendente es que cosas buenas puedan sucedernos. Ese es el milagro, ese es Dios actuando pese a todo lo malo que impera. En lo personal, he aprendido a reconocer que todo lo bueno que hay en mi vida, proviene de Dios. Estando con Dios, me he asegurado que más cosas buenas que malas sucedan a mi vida, por tanto, he decidido entregarle mi vida a Él. He dicho al Señor ¡Tú eres mi dueño!

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