Cronicas sexuales capitulo uno

Mi primer contacto con la sexualidad? Fue siendo yo apenas un niño cuando me acerqué a mi padre y le pregunté: ¿Cómo se llama esto que tengo entre las piernas, y que mi amiguita no tiene? Provocando que casi se ahogara con el refresco, mientras mi madre reía a carcajadas en la cocina.




 
CAPÍTULO UNO: El Inicio
Los astros estaban alineados para que se cumpliesen antiguas profecías dadas a una jovencita que seguía virgen (te sonará chiste pero sí era virgen a sus 16 años). Profecías que recibieron confirmación una y otra vez no sólo por sabios y ancianos, sino por amigos y alguno que otro conocido de ella que le decían cada vez que llegaba tarde a su casa por andar con el novio: ¡Ai vas a salir embarazada vos!

Y fue así, como un 3 de mayo tuvo cumplimiento todas y cada una de las profecías: ¡nací yo!, Julito.

Cinco años más tarde, mi padre se vio obligado a revelarme cuáles eran esas profecías que se ciñeron sobre mí el día que, interrumpiéndole, como de costumbre, mientras veía un partido de futbol,
le pregunté:

     – Papi, ¿por qué te casaste con mi mamá?
     A lo que mi padre respondió:
              – Por tu culpa hijo.
 

Desde ese día supe que yo estuve presente en la boda de mis padres dentro de su pancita. Fui testigo fiel del momento en que a mi padre le preguntaron: ‘Aceptas a esta hermosa mujer como tu legítima esposa, para honrarla, amarla, cuidarla, etc.’ Y mi abuelo detrás suyo le decía:
– Onde te atrevas a decir que ¡no!, te quebró de un tiro.

Pero bueno, no todo lo que comienza mal, termina mal.
Pasó un año más, y comienza mi CRONICA, pero la verdad es que no era bello como para ser confundido con un elfo. Mas bien, era pequeño, pero no tanto como para ser confundido con un enano; aunque tampoco era lo suficientemente alto como para ser considerado humano; y aunque más de alguno hubiese asegurado que me parecía más al Gollum, el pelaje en todo el cuerpo y hasta en los pies, hacían pensar que en realidad era un hobbit, pero ni uno ni otro. Así que diré simplemente que allí estaba yo, Julito, sentado, jugando plácidamente con luchadores de plástico... mentiría si dijese que a la WWE o la UFC porque en esos tiempos ni idea tenía que existiesen.

Debido a la forma en que estaba sentado, pronto llamó mi atención una protuberancia de mi cuerpo que interrumpía constantemente las acciones dentro del ring.


No es que no lo hubiese notado antes, más bien, no había tenido curiosidad por investigar, pero ese día algo dentro de mí había cambiado, estaba decidido a descubrir la verdad. Así que dejé mis luchadores de plástico a un lado, en lo que se preparaban para la tercer y definitiva caída, me dirigí hacia donde estaba mi padre descansando en su sillón, viendo jugar al Cruz Azul en la televisión. Me paré justo entre el televisor y él, porque de otra manera no me hubiese hecho caso. Y pese a que mi padre buscaba la forma de poder ver el televisor haciendo señas con la mano para que me hiciese a un lado, le dije:

– ¡Papá! ¿Cómo se llama esto que tengo entre mis piernas?


Lo que mis ojos testificaron en ese instante fue sorprendente, ya que por un lado el silencio se hizo en toda la casa. Mi padre quedó mudo y paralizado completamente, como si hubiésemos estado jugando y le hubiese dicho ‘congelado’ o ‘encantado’; o como si el Cruz Azul hubiese perdido la final, otra vez y ser el sub-campeonísimo por enésimo año consecutivo. Por otro lado, descubrí que no sólo los camaleones cambian de color, mi papá también podía. Y creo que fueron segundos, pero a mí me parecieron horas, hasta que finalmente el silencio se rompió con la risa de mi madre, quien desde la cocina alentaba a mí padre, mientras su rostro recuperaba su color después de haberse puesto totalmente colorado.
– ¡Ándale! ¡Ándale! ¡Contéstale! – le alentaba mi madre.

Entonces, papá, comenzó a carraspear una y otra vez, tragando saliva constantemente hasta que su boca pudo expresar lo siguiente:

– Este… mmm… este… se llama ¡pajarito!, ¿tú crees?


¡Ah maravilloso lenguaje infantil que acostumbran a usar los padres! ¿A poco no te dijeron algo similar? Estoy casi seguro que sí, porque mucho tiempo después descubrí que no fui el único, a otros le dijeron que se llamaba cacahuatito, pilín, cocola, etc., mientras que a mis amigas les dijeron que se llama cachuchita, monederito, etc. 

Este acontecimiento marcó el inicio de esta maravillosa aventura por explorar y descubrir lo que la sexualidad tenía preparada para mí. Pero, como en cada aventura, no todo es felicidad y descubrimientos emocionantes, porque algunas cosas que parecen verdad no son más que mitos y viceversa. Y así como han habido grandes amigos y personajes asombrosos, también lo hay personajes grotescos y villanos. Así como se presentaron situaciones y experiencias fabulosas, hubo algunas que deseé pasaran al olvido. Hubo momentos de claridad pero también momentos muy oscuros, tan oscuros que incluso me hicieron llegar a creer que esto del sexo y la sexualidad sería todo un trauma.

Por ejemplo el día en que en la escuela descubrí que mi papá me había mentido. Eso sucedió en una clase de biología, y es que la profesora comenzó a explicar que las niñas tienen vagina y los niños tienen pene. Y en ese mismo instante me puse de pie, firme y realmente convencido, a decirle a la profesora:
– Profe… ¡Se equivoca!, yo no tengo pene. – dije con mi mano aún levantada y mirándola fijamente.
Obviamente, las risas y burlas de mis compañeros no se hicieron esperar. Yo continúe firmemente de pie con la mano levantada y preguntándome ¿de qué se ríen?
– Pues entonces, ¿qué tienes? –preguntó la profesora sumamente enojada creyendo que me estaba burlando de ella.
– ¡Un pajarito! –respondí inocentemente–, eso me dijo mi papá.


¡Qué vergüenza pasé ese día! Pero no tanto como la que sentía por ciertas partes de mi cuerpo. Y es que no sólo las hormonas aumentaban mi deseo sexual, también estaban provocando cambios en mi cuerpo y que cabellos brotaran por todos lados.

Afortunadamente también mis amigas sufrían cambios, ya que resultaba asombroso ver que llegaban, no sé, como que más creciditas. Y así, no tan repentinamente, todos mis compañeros estábamos muy interesados en aprender más acerca de lo que nos pasaba, pero sobre todo en lo que le pasaba a nuestras compañeras.

Esa curiosidad nos convirtió en asiduos investigadores y hasta intelectuales. Ya que buscábamos y comprábamos revistas y descargabamos o compartíamos videos a través del móvil, y cabe aclarar que no por las fotos o las imágenes, sino por los artículos que eran muy interesantes. Y comenzábamos a intercambiar ‘información’ entre los compañeros.

Recuerdo, de hecho, la primera vez que oí acerca del sexo entre mis amigos. Fue en mi época de secundaria mientras iba caminando con un compañero. Estaba a punto de entrar a mi casa, cuando él me dijo que le había dado un "beso francés" a una chica. Obvio, yo niño santo e inocente pensé ¿"le dijo wi wi y la besó"? Supongo que vio en mi rostro cierta expresión de "escuse mua" y entonces él me preguntó: "¿Sabes qué es un beso francés, verdad?" Y por más que traté de convencerlo, y a mí mismo, de que sí sabía, al final de cuentas me ganó la curiosidad, así que le pedí que me explicara a que se refería.

Entonces él me ilustró, o al menos eso pensé:
–  Significa que me acosté con una chica.





Fue en esa misma época que en la escuela tuvimos una clase de educación sexual. La verdad fue muy decepcionante. Ya que teníamos a una linda ancianita hablándonos de erección, excitación, sueños húmedos y de la manera correcta de usar un condón entrenando con una fruta. ¡Vergonzoso!, ¿verdad? Así que tratamos de ignorarla dibujando, o haciendo bolas de papel y arrojarlas al compañero, y ya ni qué decir de inflar los preservativos como si fuesen globos.





Aunque no siempre fue así. Hubo ocasiones en las que llevaban a médicos que enseñaban acerca de las ETS (Enfermedades de Trasmisión Sexual) y todos los métodos anticonceptivos habidos y por haber, y, la neta, terminabas con un poco de temor acerca de contraer SIDA. Máximo después de ver todas las imágenes, bastante gráficas, de lo que ciertas enfermedades como la gonorrea, la sífiles, o el papiloma humano produce en los órganos sexuales.


Otras ocasiones llegaban expertos asegurando que el SEXO es una necesidad física básica vital como comer, dormir, beber agua o ir al baño. Pero por favor!!!!!!!!!!!!!!!



Después de esas pláticas, terminaba preguntándome ¿Por qué si no comes te mueres de inanición? ¿Por qué si no duermes te puede dar taquicardia y te mueres? ¿Por qué si no bebes agua te mueres de deshidratación? ¿Por qué si no vas al baño se pueden estallar tus viseras y te mueres? Pero, ¿por qué si no tienes sexo, no te mueres? Eso significa entonces que el SEXO no es tan vital como nos decían o nos querían hacer creer. No es un asunto que debas tenerlo antes que pases la adolescencia para que no te mueras.

Pero sí entendí que el sexo es, sin duda alguna, una necesidad física, pero no es algo que tu cuerpo exija para poder vivir, no es vital. Y entonces, sí toda necesidad física vital necesita límites: como el comer a tus horas y balanceadamente; como el dormir 8 horas diarias; como el tomar un litro de agua por lo menos al día; como el ir a deshacerte de lo que tu cuerpo no necesita en el lugar apropiado, el w.c.; cuanto y más el SEXO que no es vital necesita límites y condiciones para disfrutarlo al máximo.

Otra de las cosas que me quedaron en claro de todas esas clases, pláticas y experiencias, es que la mayoría de ‘expertos’ y adultos consideran que de adolescentes somos como animalitos, incapaces de contener nuestros instintos sexuales tan feroces, incapaces de ejercer dominio propio y mostrar respeto por el sexo opuesto; sino fuese así porque insisten en decirnos:
–  Cómo no pueden controlarse mejor auto complázcanse, auto explórense y si eso no funciona, pues háganlo pero usen protección.

¡Qué feo!, para nada me agradó que me consideraran así. No somos animalitos incapaces de tener dominio propio o respetar a los demás.


Con tristeza tengo que confesar que, en esa etapa de mi vida, aprendí más acerca del sexo, y por cierto una información pésima, a través de los videos pornográficos, de la experiencia, y de otros amigos que contaban sus aventuras y conquistas a toda la banda (aunque la mayoría de ellos jamás hacía lo que decían, sino que contaban alguna escena que vieron en alguna peli xxx), y de las revistas y videos que, ‘quien sabe cómo lograban conseguir’, llevábamos y nos prestábamos. Yo sé que para ti es mucho más fácil conseguir pornografía, tan sólo tienes que dar click, pero en mis tiempos era mucho más difícil.

En mi hogar nunca escuché que las relaciones sexuales están destinadas al matrimonio o que, como todo en la vida, requiere límites para disfrutarlas al máximo. Y es que creo que mis padres supusieron que sería lo suficientemente listo e inteligente para descubrir por mí mismo que a los niños no los trae la cigüeña; aunque sinceramente siempre me quedé como Burro de Shrek esperando a que alguien me dijera que pasaba con el abejito que se enamora de la abejita y deja su semillita.


Aprendí que es muy importante hablar con tus padres acerca de tu sexualidad, de los cambios que estás experimentando en tu cuerpo; y que si no podías hablar con ellos en confianza podías acércate a un adulto responsable, y evitar aprender acerca del sexo de manera equivocada como me tocó aprender a mí (de amigos que están igual de perdidos que tú porque también están descubriendo su sexualidad, o de información que sube saber quién y con qué intención), y también evitar cosas y experiencias tan frustrantes como las que me pasó por ignorar muchas cosas. Una de esas experiencias fue tan terrible que pensé que nunca saldría de ella, fue como estar atrapado en: arenas movedizas.


Lee el CAPITULO DOS: Pornografía - Arenas movedizas

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