Clame Al Señor



El rey David tuvo que enfrentar ejércitos más poderosos, numerosos y con mejores armas que aquellas con las que él contaba. David tuvo que enfrentar adversarios enormes y poderosos, mucho más fuertes físicamente y más preparados que él. David tuvo que enfrentar a un rey y su ejército, quienes lo buscaban para darle muerte. David enfrentó innumerables dificultades, pero un día pudo voltear hacia atrás y notar que había superado todas y cada una de esas pruebas de manera victoriosa. ¿Por qué? ¿Cuál fue el Secreto? ¡Dios!

En cada problema, en cada situación, en cada dificultad, en cada reto su secreto era: clamar al Señor. Ahora entiendo por qué muchas veces he fracasado. Porque en vez de clamar primeramente a Dios, he intentado solucionar o enfrentar las adversidades con mis propias fuerzas, inteligencia, etc., y termino clamando a Dios como el último recurso. Algo así como: ¡Dios!, ya lo eché a perder, ven a arreglarlo todo, y ahorita mismo, ah y que salga todo como yo quiero. Cualquier parecido con tu realidad es mera coincidencia.

David no tomaba a Dios como último recurso, David tomaba a Dios como primer recurso. ‘¡Clamé al Señor!, el único digno de alabanza’. Y es que quizás cuentes con los recursos financieros, pero no lo conviertas en tu dios. Quizás tengas una habilidad mental muy buena, y seas bueno resolviendo conflictos, pero no conviertas esta habilidad en tu dios. Quizás cuentes con los ‘contactos’ o conozcas a las personas adecuadas, pero no conviertas esta ventaja en tu dios. Incluso quizás creas tener ya la solución, pero aun así no te olvides de primero ¡clamar al Señor!, porque cuando Él interviene, los resultados no son sólo a tu favor, sino maravillosos. 

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