Es Tu Decisión

Pero ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un hombre conforme a su corazón,[a] al cual ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó. (1 Samuel 13:14)

Saúl, el primer rey de Israel había desobedecido a Dios, por lo que “Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.” (Hechos 13:22). ¿Significaba que David era perfecto? ¿Significaba que un día despertó David, y así como aparecen los barros, de repente él ya era un muchacho conforme al corazón de Dios? ¡No! Él a través de su vida fue poniendo en armonía su corazón con el de Dios. ¿Cómo le hizo?

David no venía de una familia privilegiada ni acomodada. Se sabe que su bisabuelo fue Booz, un hombre rico, pero para cuando David vivía, su familia ya no tenía nada de esas riquezas. Probablemente pasaron por un momento difícil en lo económico. Ni siquiera vivía en una ciudad famosa, al contrario, vivía en Belén que era una pequeña aldea. Así que David tuvo que vivir con restricciones económicas: no podía estrenar cada mes, no podía tener el celular más novedoso, ni siquiera una computadora para sus tareas, etc.

David era el menor de 8 hermanos, y contrario a lo que sucede en la mayoría de las familias no era el consentido; al contrario, era quien hacía las labores más aburridas y difíciles, las que normalmente haría un esclavo o trabajador, pero como ellos no tenían, David era el encargado. Era el pobre hermanito a quien enviaban por las tortillas, a limpiar la casa de la mascota, era a quien culpaban constantemente por todo lo que hacían los mayores.

Para acabarla, era despreciado por su padre; hasta se olvidaba en ocasiones que tenía un hijo pequeño llamado David que estaba apacentando sus ovejas.

David pudo haber vivido amargado porque sus hermanos le hacían la vida imposible. O ser rebelde, total su padre no lo amaba tanto como a sus hermanos. Pudo haber culpado a Dios por olvidarse de él y ponerlo en una familia sin dinero y en la que no lo querían. Pudo haber culpado a su padre por no darle cariño y amor, a sus hermanos por no cuidarlo, incluso a la sociedad. Pero hizo lo contrario, él decidió caminar agradando a Dios.

Obedecía fielmente a su padre, respetaba a sus hermanos mayores. Aprendió a trabajar cuidando las ovejas. Y convertía de esa labor aburrida algo maravilloso, ya que aprendió a tocar el arpa y hasta inventaba sus propios instrumentos para cantar y alabar a Dios en esos periodos. Es probable que se pusiera a jugar con su honda imaginando que algún árbol u objeto era el enemigo, y así fue afinando su puntería. Cosas que a la larga le sirvieron para glorificar el nombre de Dios en su vida.

Cada uno de nosotros es responsable delante de Dios por la forma en que decidimos vivir. No podemos culpar a los demás ni las circunstancias, por nuestro deseo de no salir adelante y nuestro poco deseo de obedecer al Señor.

A pesar de tener mucho en contra, David decidió caminar agradando a Dios. Dándole gracias por lo que le permitía vivir. Quizás en tu vida hay mucho en contra, pero fracasar o triunfar en la vida es tu decisión. De nadie más. Cada uno de nosotros necesitamos decidir caminar con el Señor, obedecer sus mandamientos, y verás como tu vida, al igual que la de David, pasa de ser “x” a una vida maravillosa.

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