La Sabiduría Del Anciano

No Hagamos Conclusiones Aún
Una magnífica historia que nos enseña el por qué no es bueno juzgar antes de tiempo.

Un anciano vivía en un pequeño pueblo, y aunque era pobre, tenía un hermoso caballo blanco. No existía otro caballo igual, por lo que muchas personas le ofrecían mucho dinero para que lo vendiera. Pero él, una y otra vez se rehusó a venderlo. Para él, no era una posesión, era un amigo. Por lo que decía: "¿Cómo podré vender a mi amigo?" La tentación era grande, porque era pobre y necesitaba el dinero. Pero no vendió el caballo.

Una mañana, al ir al establo, el caballo no estaba. Los habitantes de ese pueblo vinieron a verlo y le decían: "Viejo tonto, te dijimos que vendieras el caballo. ¿Ya ves? Ahora te lo robaron. Hubiera sido mejor que lo vendieras para tener dinero. Ahora no tienes ni dinero ni al caballo. Ahora vivirás maldito con esta desgracia."

El anciando respondió: "No juzguen tan rápido. Sólo puedo decir que el caballo no está en el establo. Es todo lo que sabemos, el resto es sólo juzgar. Si estoy bajo maldición o no, ¿quién lo puede saber? ¿Por qué me juzgan?"

La gente respondió: "¡No nos quieras ver la cara de tontos! No somos filósofos, pero aún así no se necesita ser un gran filosofo para ver que tu caballo se fue, eso es una maldición."

El anciano respondió nuevamente: "Todo lo que se es que el establo está vació, el caballo se fue. El resto no lo se. Maldición o Bendición, no lo puedo decidir yo. Porque todo lo que podemos ver es sólo una pequeña parte. ¿Quién sabe que vendrá después?"

Las habitantes del pueblo se burlaron, creyeron que había enloquecido. Total, siempre habían pensado que era un tonto; si no lo fuese hubiera vendido el caballo y vivir bien con el dinero.

Pasaron 15 días, y el caballo regresó. No había sido robado; había corrido a la llanura, y ahora regresaba con una docena de caballos salvajes. Una vez más, los habitantes del pueblo vinieron al anciando y dijeron: "Anciano, estabas en lo correcto, nosotro estabamos mal. Lo que creímos que era una maldición, era una bendición. Perdónanos por favor"

El anciano respondió: "Una vez más, no hablen antes de tiempo. Digan solamente que el caballo ha vuelto. Que 12 caballos más vinieron con él. Pero no juzguen lo que ha sucedido. ¿Si es bendición no lo sé? Sólo podemos ver una pequeña parte de toda la historia. Están leyendo sólo una hoja del libro, ¿Cómo pueden juzgar todo el libro por ello? La vida es inmensa, como podremos juzgar toda nuestra vida con sólo palabras. No sabemos sí es una bendición. Sólo se que puedo estar contento con lo que sé. Y no vivo inquieto por lo que no se."

"Quizás el anciano tenga razón", decían algunos. Pero terminaron diciendo, está mal. Todos sabemos que es una bendición. Doce caballos regresaron con Su único caballo. Esos animales podrán ser entrenado y vendidos por mucho dinero.

Pero el hijo del anciano. Era un joven atrevido que se montaba sobre los caballos salvajes. Pero un día, cayó y se rompió ambas piernas. Y una vez más los habitantes del pueblo vinieron al anciano a emitir su juicio de lo estaba pasando: "Tenías razón", dijeron. "Probaste que estabas bien. Los caballos no eran una bendición, sino una maldición. Tu único hijo ahora tiene las piernas quebradas, y ahora que eres viejo nadie podrá ayudarte. Ahora eres más pobre que nunca".

El anciano dijo: "Otra vez están juzgando. Digan solamente que mi hijo tiene las piernas rotas. ¿Quién sabe si es bendición o maldición? Nadie sabe. Sólo es una parte. La vida viene en partes."

Semanas después, ese condado entró en guerra con el condado vecino. Así que todos los jóvenes fueron enrolados en el ejército. Sólo el hijo del anciano fue excusado por su estado. Una vez más la gente se acercó ahora llorando y gritando porque sus hijos habían sido enlistados en el ejército, con tan sólo una muy pequeña oportunidad de que volvieran con vida porque el enemigo era muy fuerte, y la guerra se iba perdiendo. Estaban seguros que no volverían a ver a sus hijos.

"Tenías razón anciano", lloraron. "Dios sabe que estabas en lo cierto. ¡Esto lo prueba! El accidente de tu hijo fue una bendición. Con sus piernas rotas, pero está contigo. Nuestros hijos en cambio, se han ido para siempre".
El anciano enojado exclamó: "Es imposible hablar con ustedes. Siempre sacando conclusiones. Nadíe sabe. Digan solamente: Nuestros hijos fueron a la guerra, el tuyo no. Porque nadie sabe si esto es una bendición o una maldición. Nadie en esta tierra es lo suficientemente sabio. Sólo Dios lo sabe".


Este anciano tenía razón en recordar que sólo tenemos fragmentos. No nos apresuremos a sacar conclusiones. Debemos reservar nuestro juicio acerca de las tormentas en nuestras vidas hasta que haya pasado y conozcamos toda la historia completa.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Esta historia la he leido y me la han leido en varias oportunidades a través de mi vida, sin embargo, siempre es iluminadora, siempre aporta algo más. Gracias por compartirla con nosotros.

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