Hablando con mi adolescente

Si eres padre de un adolescentes te habrás enfrentado en más de una ocasión a alguna respuesta grosera de su parte, al querer hablar acerca de un tema delicado con él/ella. Si eres líder de adolescente, te habrás enfrentado a la vergonzosa situación de haber querido entablar una plática con uno y te dejó hablando solo mientras continuó platicando con sus amigos (y ni te presentó con ellos).

¿Qué podemos hacer para romper esa pared que los adolescentes suelen levantar? ¿Cómo podemos aproximarnos y lograr platicar con ellos? Te van algunas sugerencias:

1. Necesitas comprensión
Aunque la etapa de la adolescencia es común para todos (todos pasamos o pasaremos por esa etapa), ser adolescentes hoy en día es totalmente diferente a cuando tú o yo lo fuimos. Así que debes procurar comprender lo que hoy significa ser adolescente. Significa ser bombardeado con cargas que muchos de nosotros no tuvimos que soportar a esa edad: divorcio de padres, soledad (literal al pasar mucho tiempo sin padres en el hogar), etc. Significa tener acceso, gracias a la tecnología, a demasiado conocimiento, lo que se convierte en maldición más que en bendición. Significa ser expuestos a cosas para las cuáles no tienen la madurez suficiente para asimilar. Significa llevar sobre sus hombres expectativas muy altas de la sociedad (esperan que actúen como adultos perfectos), exponerse a sistemas educativos experimentales, padres sobreprotectores, profesores que en vez de ayudarles a alcanzar su potencial, los vuelven inútiles. Están exhaustos, estresados y curiosamente 'saturados' con poco o nada de tiempo inactivo (aunque poco productivo).

2. Necesitas estar presente
Se dice y lee fácilmente. Y la verdad es que es muy sencillo, entre más tiempo estés presente en su vida, más oportunidades habrán para hablar. Así que involúcrate en su mundo lo mejor que puedas. Ten interés en las cosas que le gusta hacer, más si son cosas que no comprendes o te resultan 'misteriosas'. Anímale (asistiendo) en los deportes, juegos, actividades y presentaciones (aún cuando vaya sólo como expectador). También bríndale su espacio y aprende a conocer las señales y mensajes corporales que envía. Te ayudará a comunicarte mejor con tu hijo.


3. Diviértete
Procura hacer cosas que ambos disfruten o trata de pensar o imaginar qué le gustaría hacer contigo o que terminarán disfrutando (puedes pensar en cosas que hiciste con tu propio padre). Si es algo que tú no sabes hacer, permite que te enseñe cómo. El permitirle a él enseñarte algo en lo que realmente es bueno es un gran abono a tu favor en la relación, pues le demuestras confianza y cuidado. Si quiere llevar a amigos, que lo haga. No subestimes el valor de jugar, aunque se vea grande, quizás ya te pasó de estatura, recuerda que tiene corazón de niño. Estos momentos abren muchas puertas.

4. No desaproveches cuando quiera hablar
Te sorprenderá, pero los adolescentes desean hablar en momentos muy inesperados. Así que prepárate para hablar cuando menos lo esperes. Podrás pasar horas preguntándoles y recibiendo una respuesta monosílaba (sí/no/ajá/quizás/pué), pero en alguna ocasión en que llegues sumamente cansado, con ganas de cerrar la puerta y dormir (o disfrutar tu programa favorito), aparecerá por tu puerta, se sentará a tu lado y querrá hablar. No lo dejes ir, o perderás tu oportunidad.

5. Uno a uno
Procura salir con tu adolescente, a solas, a fin de que se sienta cómodo y seguro para poder hablar de ciertos temas que quizás no quiere que sepa tu cónyuge o sus hermanos. Piensa en lugares en los que puedan estar por largo tiempo sin ser interrumpidos. Evita lugares en los que 'alguien' o 'cualquiera' pudiera escuchar las cosas que tendrán que hablar.

6. Pregunta y Discierne
La respuesta común del adolescentes es sí/no. Para evitar esto, y que tu adolescente se sienta como en un interrogatorio, evita las preguntas cuya respuestas puedan ser sí/no. Desarrolla el arte de hacerle buenas preguntas que lo dirijan por el camino que anhelas. Al hacerlo, le ayudarás a que pueda compartir de manera natural lo que deseas. Jamás vayas directo a la yugular, ve haciendo preguntas que lo vayan induciendo a la pregunta crucial. Sé paciente. Escucha cuidadosamente cada respuesta (observa sus reacciones y movimientos físicos). Procura no pasar por alto nada. El tono de su respuesta, la velocidad con que responde, etc.







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