A Llorar Con Los Que Lloran
¿Alguna vez te has preocupado por alguien que se la está viendo negras? ¿O simplemente has estado sin mosquearte?
Descubre porque debemos ser solidarios con aquellos que están sin Cristo, sin propósito, o pasando por momentos difíciles en la vida.
Has alejado de mí mis amistades, Me has hecho objeto de repugnancia para ellos; Encerrado estoy y no puedo salir. (Salmo 88:8)
Era el año de 1997, en alguna revista había leído en alguna ocasión una historia horrible acerca del SIDA, pero jamás le presté mucho interés. Simplemente se me hacía una enfermedad tan lejana a mi círculo social. Pero ahora, a tan sólo un día de haber recibido una plática en la universidad, uno de mis mejores amigos estaba llorando frente a mí, con la terrible noticia: el doctor le había dicho que tenía tal enfermedad. ¡No quiere morir! Especialmente solo, pero sabe que la mayoría de sus amigos no querrán acercársele tan pronto sepan lo que tiene. Ha venido a ser como leproso sin lugar a donde ir. Enfrentar la muerte es solo una parte, enfrentar la vida será lo más difícil.
Hacemos cosas terribles a algunas personas en nuestras sociedades. Personas que sufren enormemente y necesitan nuestra compasión y amor, pero en vez de ello reciben nuestro juicio y condenación. Cristo no nos pide que aceptemos el pecado, o el resultado del pecado, pero si nos manda amar a aquel que está en pecado. Cristo no nos pide que vayamos por aquí y por allá señalando y diciéndoles: "Por no obedecer al Señor", sino a decir: "Cristo te ama a pesar de tu error" y ayudarles a levantarse y salir de allí. Algo que jamás debemos hacer, es hacer a un lado a otro niño de Dios. No tenemos el derecho. El Señor ama a todos Sus Hijos, y debemos aprender a amar a todos nuestros hermanos y hermanas. Nadie debería estar solo, aprendamos a extenderles nuestras manos al enfermo, al solitario, al pobre, al que llora, al que sufre, etc. Pidamos siempre al Señor que nos dé oportunidades de ayudar a quien está sufriendo, y poder darles algo de nosotros mismos.
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