Y Tú, ¿Ya Estás Sirviendo A Los Demás?

Día 25 Con Jesús
Y Tú, ¿Ya Estás Sirviendo A Los Demás?
Descubre porque Jesús enseñó que para ser el mayor hay que ser el menor

Lectura: Mateo 20:1-34
El reino de los cielos es también semejante al dueño de una finca que sale por la mañana a contratar obreros para recoger la cosecha. Conviene con ellos en pagarles un denario al día, que es el salario normal, y los pone a trabajar. Un par de horas más tarde, al pasar por la plaza y ver a varios hombres que andan en busca de trabajo, los envía al campo con la promesa de que les pagará lo que sea justo al final de la jornada. Al mediodía y a las tres de la tarde hace lo mismo. A las cinco de la tarde se encuentra en el pueblo a otros desocupados y les pregunta: "¿Por qué no están trabajando?" Porque nadie nos ha contratado, le respondieron. "Pues váyanse a trabajar a mi finca, y les pagaré lo que sea justo".

Por la noche, el pagador fue llamando a cada uno de los obreros para pagarles, comenzando por los últimos que habían contratado. A los que llegaron a las cinco les pagó un denario. Los que habían llegado primero, al ver lo que recibieron los que llegaron de último, pensaron que a ellos se les pagaría mucho más. Pero se les pagó también un denario. Claro, inmediatamente uno de ellos protestó ante el dueño: "Esa gente trabajó solo una hora y le están pagando lo mismo que a nosotros que trabajamos de sol a sol". "Amigo", le contestó el dueño, "¿no quedamos en que se te iba a pagar un denario al día? Pues tómalo y vete. Y porque quiero pagarle a todos los trabajadores lo mismo, ¡no me vengas ahora con que es injusto que yo haga con mi dinero lo que me plazca! Por tanto, no tienes razón para enojarte". "Así, pues, los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".

Camino de Jerusalén, Jesús tomó a los doce discípulos aparte y les habló de lo que le sucedería cuando llegaran a la capital. "Seré entregado a los principales sacerdotes y escribas, y me condenarán a muerte. Luego me entregarán a los romanos, para que se burlen de mí y me crucifiquenl. Pero al tercer día resucitaré".

En eso se le acercó la esposa de Zebedeo, junto con sus dos hijos, Jacobo y Juan, y se arrodilló ante él. Jesús le preguntó: "¿Qué quieres?" Quiero que cuando establezcas tu reino, mis dos hijos se sienten junto a ti en el trono, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Pero Jesús le dijo: "¡No sabes lo que estás pidiendo!" Y volviéndose a Jacobo y a Juan, les dijo: ¿Se creen ustedes capaces de beber del terrible vaso del que yo tengo que beber? ¿Y de resistir el bautismo con que voy a ser bautizado?" Respondieron: Sí. Podemos. Jesús le contestó: "Pues a la verdad van a beber de mi vaso y van a bautizarse con mi bautismo, pero no tengo el derecho de decir quiénes se sentarán junto a mí. Mi Padre es el que lo determina".

Los otros diez discípulos se enojaron al enterarse de lo que Jacobo y Juan habían pedido, pero Jesús los llamó y les dijo: "En las naciones paganas, los reyes, los tiranos o cualquier funcionario está por encima de sus súbditos. Pero entre ustedes serán completamente diferente. El que quiera ser grande debe servir a los demás; y el que quiera ocupar el primer lugar en la lista de honor debe ser esclavo de los demás. Recuerden que yo, el Hijo del hombre, no vine para que me sirvan, sino para servir y dar mi vida en rescate de muchos."

al salir de Jericó, los seguía un inmenso gentío. Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al escuchar que Jesús iba a pasar por allí, se pusieron a gritar: "Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!" La gente los mandó callar, pero ellos gritaron todavía con más fuerza. Cuando Jesús pasó junto a donde estaban, les preguntó: "¿En qué puedo servirles?" Le dijeron: Señor, ¡queremos ver! Jesús, compadecido, les tocó los ojos. Al instante pudieron ver; y siguieron a Jesús.

Reflexión
Sin duda alguna, una de las mayores fans que tendrás en tu vida, será tu mamá. Yo recuerdo que en mi época de futbolista, quien no faltaba a ningún partido, ni siquiera la primera vez que tuve que ir a otro estado a jugar, era mi mamá. Recuerdo que una ocasión, el entrenador no me metió al partido y se la pasó discutiendo con el entrenador, tratando de convencerlo del gran error que estaba cometiendo por mantenerme en la banca. Obviamente, mis compañeros me hacían burla por lo que mi mamá hizo. Y yo juraba: "Esa no es mi mamá".

Es chistoso pero leyendo este pasaje me recordé todas esas ocasiones en la que mi madre intervenía para tratar de solucionar mis problemas, para colocarme en el lugar que me merecía, o para evitar una injusticia. Y ahora puedo entender mejor la situación que estaban viviendo Jacobo y Juan, cuando vieron a su madre pidiendo un buen lugar para sus hijos. Ella sólo estaba haciendo su trabajo: ser una buena madre. Obvio, los discípulos se enojaron con ellos y hasta quizás se burlaban de ellos.

Jesús aprovechó esto para enseñarles algo acerca del liderazgo. Les animó a cambiar su visión del liderazgo. Él les dijo que si querían ser líderes debían ser siervos. Su diseño para la grandeza comienza desde el fondo. Quieres ser el primero, debes ser el último. Quieres ser el mejor, debes servir. Totalmente diferente a: "hazte camino a como dé lugar, no importa sobre quién tengas que pasar".

Seguir a Cristo no es como seguir a otros líderes del mundo que aman el show, hacer alarde de su poder y autoridad. Los cristianos podemos mostrar poder cuando somos débiles, humildes y centrados en los demás. A través de la debilidad, Dios se hace vivo y fuerten en la vida del creyente. A través de la humildad, pueden ver a Cristo. Cuando te centras en los demás, tu vida también se centra en Dios. Es una larga jornada que comienza al decir: ¡Sí Dios! Será a tu manera.

¿Cómo vas sirviendo a los demás?

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