Violencia en la mesa

Lee con atención esta experiencia que tuvo un hijo con su padre, la clásica discusión entre padre e hijo que suele suceder en la mesa cuando hay reclamos, con mentada de mamá (¡sí!, tal como lees) y hasta con intento de asesinato incluido:

Saúl le preguntó a Jonatán:
—¿Por qué el hijo de Isaí no vino a comer ni ayer ni hoy?
Jonatán le contestó:
—David me rogó que lo dejara ir a Belén. Me dijo: “Por favor, déjame ir, porque mi familia celebrará un sacrificio. Mi hermano me exigió que estuviera presente. Así que te ruego que me dejes ir a ver a mis hermanos”. Por eso no está a la mesa del rey.
Entonces Saúl se puso muy furioso con Jonatán.
—¡Tú, estúpido hijo de prostituta! —lo maldijo—. ¿Acaso piensas que no sé que tú quieres que él sea rey en lugar de ti, para vergüenza tuya y de tu madre? Mientras ese hijo de Isaí esté vivo, jamás serás rey. ¡Ahora ve y búscalo para que lo mate!
—¿Pero por qué tiene que morir? —le preguntó Jonatán a su padre—. ¿Qué ha hecho?
Entonces Saúl le arrojó su lanza a Jonatán con la intención de matarlo. Por fin Jonatán se dio cuenta de que su padre realmente había decidido matar a David.
Así que Jonatán dejó la mesa enfurecido y se negó a comer durante ese segundo día del festival, porque estaba destrozado por la vergonzosa conducta de su padre hacia David. (1 Samuel 20:27-34)



Violencia en el hogar
Las riñas familiares son una terrible experiencia, los que sufren en un hogar con padres explosivos, padres violentos o golpeadores conocen o experimentan situaciones similares a la que acabamos de leer, casi a diario. La violencia siempre se ha asociado a una relación de poder, en la que alguien se cree más fuerte ya sea física, intelectual, emocional o económicamente, por lo que se siente con derecho de agredir y/o obviar los derechos de aquellos a los que considera más débiles o menos fuerte. 

Violencia está definida por la Organización Mundial de la Salud como cualquier acto que produzca o pueda producir daños o sufrimientos físicos, sexuales o mentales, incluidas las amenazas de tales actos, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, tanto en la vida pública como en la privada.
 

La violencia nace de conductas aprendidas, una persona violenta revela, generalmente, a un niño herido y abusado; por lo que al crecer adoptó la conducta como válida y normal. Hoy repite lo que vivió y sufrió. 

Fases del Ciclo de Violencia
Algo que puede ayudarte a controlarte (o a evitar daños físicos) es conocer las fases de la violencia a fin de detenerla a tiempo.
 
Primera fase: Se acumula la tensión. Irritabilidad, cansancio, enojo, culpa a los demás de su estrés y la víctima se siente culpable.
 

Segunda fase:
Se da una explosión violenta, se descarga la tensión en contra de alguna de las personas cercanas. Cuando la víctima está mal por las agresiones recibidas y da muestras de querer romper con la relación o buscar ayuda, el agresor se siente amenazado y reacciones demostrando cierto arrepentimiento.
 

Tercera fase: El agresor no quiere que se sepa, no quiere sanidad, no quiere cambiar, y aparenta sentirse arrepentido, pide perdón, expresa que no lo volverá a hacer, que va a cambiar, que va a buscar ayuda, que está asistiendo a una iglesia o grupo religioso. La víctima se siente esperanzada. (OJO: estas manifestaciones del agresor no son reales, y una vez que se tiene de nuevo el poder se regresa a la primera fase y comienza de nuevo el ciclo).
 

El problema:Un problema que enfrenta una persona abusada es que se siente desorientada, asustada, temerosa, y dominada. Justifica a quien le agrede y cree que la otra persona actúa así porque ella le provoca. Disculpa al agresor y cree que no lo hará de nuevo, se aísla de la familia y de los amigos. Pero, no se debe esperar a que la otra persona cambie, es cuestión de decidir terminar con ello, buscar ayuda y no permitir que nadie nos ofenda o nos quite los derechos que todos tenemos como personas.
 

(Para considerar que la decisión de cambiar es real, ésta debe darse no después del acto de violencia, sino en tiempos de calma, en profundo reconocimiento de su falta –humildad–  y para prevenir que vuelva a pasar).





Necesitamos recuperar el fundamento del amor.
¿Dónde estaba Dios mientras me lastimaban? Debemos explicar la cuestión del libre albedrío. Dios ha estado en el mismo lugar en el que permaneció mientras Jesús sufría en la cruz por nuestros pecados.

Amor es ofrecerse uno mismo, por el bien de la persona amada (Juan 15:12-13). El amor a nuestra familia es la primera decisión que debemos de tomar en forma consciente y activa, para poder responder a la violencia.

a. Evaluar vida familiar: ¿las conversaciones y los tiempos juntos? Si la mayoría de las veces están mediadas por conflictos, resentimientos o malos entendidos, es un buen momento para sentarse, como familia, y conversar.
No se permitan ser reactivos (una vez que se presenta el problema tratar de solucionarlo), sino proactivos (se identifica el problema, en este momento en que ‘todo’ está bien se debe buscar la solución. Rendir totalmente su vida a Cristo, permitiendo que el Espíritu Santo lo moldee), Y seguir el consejo sabio de Pablo para fomentar la paz en el hogar: Colosenses 3:18-21.

b. Buscar, como familia, alternativas de intercambio emocional: Hablar sobre las emociones es difícil, pero debemos aprender a contener situaciones donde puede generarse maltrato, requiere la capacidad de comunicar nuestros sentimientos de manera adecuada.

c. Técnicas de manejo del enojo: Aprender a conocerse. Reconocer las sensaciones de su cuerpo. Ante la sensación de enojo detenerse y buscar la calma antes de actuar: salir a caminar, escribir lo que siente, contar del 20 al 1, ejercicios de respiración lenta y profunda, alejarse de la situación y tomar un tiempo de dos horas antes de hablar. Y no permitir que el enojo se quede sin hablarlo: (Efesios 4:26-27) y cuando se hable midan sus palabras (Efesios 4:29-32).

d. Alejarse de situaciones que salgan de su control: un familiar o persona con la que convive se pone violenta, no permanecer en esa situación de peligro. Es más prudente retirarse a un lugar seguro y esperar a que la persona esté en condiciones de resolver el conflicto con más control. Parece que la persona puede atentar contra su integridad física, buscar ayuda especializada. Apliquemos el consejo de Jesús (Mateo 10:16), que aunque no tiene que ver el contexto, el principio sí: ambos animalitos huyen ante un posible peligro.

Necesitamos a Dios para que sane las heridas de nuestro corazón, y así evitar que estas broten lastimando a los demás.
Nos necesitamos unos a otros. Ame a su familia y a los suyos: déles su lugar. Pero principalmente déle el lugar que le corresponde a Dios en el hogar, es el único que puede restaurar la armonía (Malaquías 4:6).

Comentarios

Los más leídos