Cuando el sufrimiento llega - Dia 7

Entonces Job habló de nuevo: «Sí, yo sé que en teoría todo esto es verdad. Pero ¿cómo puede una persona ser declarada inocente a los ojos de Dios? Si alguien quisiera llevar a Dios a juicio, ¿sería posible responderle siquiera una vez entre mil? Dios es tan sabio y tan poderoso. ¿Quién lo ha desafiado alguna vez con éxito?

»Él mueve las montañas sin dar aviso, en su enojo las voltea. Él sacude la tierra de su lugar y tiemblan sus cimientos. Si él lo ordena, el sol no saldrá ni brillarán las estrellas. Él solo extendió los cielos y marcha sobre las olas del mar. Él hizo todas las estrellas: la Osa y el Orión, las Pléyades y las constelaciones del cielo del sur. Él hace grandezas, demasiado maravillosas para comprenderlas, y realiza milagros incontables.

»Sin embargo, cuando él se acerca no puedo verlo; cuando se mueve, no lo veo pasar. Si arrebata la vida de alguien, ¿quién podrá detenerlo? ¿Quién se atreve a preguntarle: “¿Qué haces?”? Dios no contiene su enojo; aun los monstruos del mar son aplastados bajo sus pies.

»Así que, ¿quién soy yo para intentar responder a Dios o incluso razonar con él? Aunque yo tuviera razón, no tendría ninguna defensa; solo podría rogar misericordia. Y aunque lo llamara y él me respondiera, dudo que me preste atención. Pues él me ataca con una tormenta y vez tras vez me hiere sin motivo. No me deja recobrar el aliento sino que me llena de amargas tristezas. Si es cuestión de fuerza, él es el fuerte, y si de justicia, ¿quién se atreverá a llevarlo al tribunal? Aunque soy inocente, mi boca me declararía culpable, aunque soy intachable, la misma boca demostraría que soy malvado.

»Soy inocente, pero para mí no marca ninguna diferencia; desprecio mi vida. Inocente o perverso, para Dios es lo mismo, por eso digo: “Él destruye tanto al intachable como al perverso”. Cuando azota la plaga, él se ríe de la muerte del inocente. Toda la tierra está en manos de los malvados, y Dios ciega los ojos de los jueces. Si no es él quien lo hace, ¿entonces quién?

»Mi vida pasa más rápido que un corredor y se va volando sin una pizca de felicidad; desaparece como un barco veloz hecho de papiro, como un águila que se lanza en picada sobre su presa. Si decidiera olvidar mis quejas, abandonar mi cara triste y alegrarme, aun así le tendría pavor a todo el dolor porque, oh Dios, sé que no me encontrarías inocente. Pase lo que pase, seré declarado culpable; entonces, ¿para qué seguir luchando? Incluso aunque me lavara con jabón y limpiara mis manos con lejía, me hundirías en un pozo lleno de lodo, y mis propias ropas sucias me odiarían.

»Dios no es un mortal como yo, por eso no puedo discutir con él ni llevarlo a juicio. Si tan solo hubiera un mediador entre nosotros, alguien que pudiera acercarnos el uno al otro. Ese mediador podría hacer que Dios dejara de golpearme, y ya no viviría aterrorizado de su castigo. Entonces podría hablar con él sin temor, pero no puedo lograrlo con mis propias fuerzas.

... Continuará

La Frustración
Cuando las dificultades, los problemas, el dolor y sufrimiento llegan a nuestra vida, surgen dudas tales como: ¿Por qué a mí, si soy buena persona? Es que Podemos intentar ganarnos el favor de Dios, ser muy religiosos o buenas personas cumpliendo un sin fin de listas, al final terminaremos frustrados al no saber si ésto ha sido suficiente. 

Las miles de religiones que existen en el mundo procuran dar una lista de “qué hacer” y “qué cosas evitar” a fin de ganarse el cielo, pero las personas aún viven frustradas, sintiéndose cada vez más condenadas al no poder cumplirlas. Llegando incluso a pensar que enfrentar obstáculos o sufrimientos es sinónimo de "castigo de Dios". ¿Por qué?

El Punto
Dios no dio una lista de “qué hacer” para ganar Su favor. Dios puso a un mediador entre el hombre y Él. Dios envió a su Hijo a recibir los golpes y el castigo que merecíamos. Dios envió a Jesús para que tuviésemos una relación a través de Él, y así pudiésemos ser salvos. Es por fe no por obras.

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