¿Por Qué A Mí?


David era un chico que estaba al cargo de las ovejas de su padre, muy obediente a su padre. Un día enfrentó a un gigante y lo venció, por lo que la gente comenzó a admirarle, pero él, fiel a sus valores, le dio la gloria a Dios por la victoria. También fue invitado a ser un concertista en el palacio real (tocaba el arpa y traía paz al espíritu oprimido del rey Saúl). Finalmente llegó a ser el capitán del ejército de Israel y siempre anduvo con integridad, pero el rey comenzó a tener celos de él y procuró matarle. Aquí comienza una terrible persecución y en cada oportunidad que David tenía para matar al rey Saúl, le perdonaba la vida.

En cierta ocasión, para huir del rey Saúl, tuvo que internarse en territorio enemigo. Ahora estaba entre la espada y la pared. En su tierra, buscado por el rey para darle muerte, ¡no podía volver! Y en este territorio, ejércitos que lo odiaban porque los había vencido en batallas pasadas. ¿Por qué a él? Si David había sido tan bueno, íntegro, no se lo merecía. ¿Por qué Dios lo permitiría?

Tenemos la equivocada idea de que si uno se porta bien, o es íntegro y justo, y máximo si uno busca estar bien con el Señor, siempre nos ‘debe’ ir bien. Pero la realidad es que aquella persona que desea ser íntegra y justa enfrenta siempre dificultades, ¿por qué? Porque sin adversidad no hay fortaleza.

Dios está muy interesado en forjar nuestro carácter, no tanto así en nuestra comodidad. Y las dificultades, las adversidades son efectivas para ello. Ya que en la adversidad desarrollamos o ponemos en uso habilidades y talentos que, de otra forma, jamás se hubiesen activado. Por otro lado, las dificultades son oportunidades para profundizar nuestras raíces en Dios, ya que nos exige admitir que no tenemos la capacidad o el valor suficiente para afrontar las dificultades y nos podemos dar oportunidad de ver como ÉL llega al rescate en cada ocasión, tal como lo experimentó David.

No olvides, no se trata de ser íntegro, bueno y justo para que nada malo nos acontezca a nosotros. Si te has preguntado, ¿por qué a mí? No olvides que, a pesar de ser íntegros y muy buenos, siempre enfrentaremos dificultades. Pero en todas ellas siempre veremos a Dios llegando al rescate.

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