¿Y Qué Esperabas?


No temas, mi siervo Jacob, porque yo estoy contigo —dice el Señor—.
Destruiré por completo a las naciones donde te envié al destierro, pero no te destruiré a ti por completo.
Te disciplinaré, pero con justicia; no puedo dejarte sin castigo». (Jeremías 46:28)

Recuerdo que en una ocasión, una de las muchísimas, en la que hice una travesura bastante fea. Entré corriendo a mi cuarto y me encerré con llave. Hasta que mi papá tocó a la puerta, sabía que ya había descubierto la travesura, y obviamente no quería abrir.

Mi papá me dijo: ¡Hijo! Abre, quiero hablar contigo. Obvio que yo dije: ¡No! ¿Me vas a castigar? A lo que mi papá respondió: ¿Y qué esperabas? Esa noche todo terminó con un plática de parte de mi padre explicándome el por qué lo que hice estaba mal, me dio un par de cinturonazos y me castigó una semana sin salir a jugar a la calle.

Dios se vio obligado, una y otra vez, a disciplinar a su pueblo, ya que este era infiel a Él constantemente. Y aunque hemos relacionado la palabra castigo con algo malo, algo aplicado con el fin de destruir; para Dios un castigo lleva la intención de disciplinar, de corregir lo que estamos haciendo mal de tal forma que podamos ir mejorando.

Muchas veces nos va mal, nos llueve sobre mojado, no porque haya algo que mejorar o aprender, sino por nuestras malas decisiones y desobediencia. Y en esos momentos solemos culpar al Señor preguntándole ‘¿Por Qué A Mí?’ La respuesta es obvia, pero nos justificamos diciendo: ¡Si no soy tan malo! Pero te invito a que la próxima vez que tú te alejes del Señor y comiences a vértelas negras, en vez de justificarte y preguntar ¿por qué? te voltees al Señor y le digas: ‘perdóname, ya entendí que me estás disciplinando’. Y claramente escucharás al Señor decirte: ¿Y Qué Esperabas? Yo al que amo corrijo, te disciplinaré con justicia; no puedo dejarte sin castigo’.

Comentarios

Los más leídos