Errores De Mi Liderazgo


Quizás les resulte difícil de creer lo que les voy a decir: Hace años atrás, yo me creía Superman Y Perfecto, Ministerialmente hablando. Al principio de mi ministerio cometí muchísimos errores los cuáles quiero compartirles para que ustedes no los cometan. Ahora lo tengo muy claro: no soy Superman ni Perfecto. Y por eso aquí les van, por lo pronto, 3 errores que cometí y que aprendí de ellos:

1.       Creer que era ‘El Ungido’

El primer error que cometí fue tener la falsa idea de que, por ser considerado ‘líder’ de los jóvenes, eso me hacía superior a los demás. Que los ‘ancianos’ de la iglesia o los mismos jóvenes notaban en mí ese nivel de espiritualidad superior a los demás, y que por eso me habían puesto como líder.
Esto me llevo a creerme algunas mentiras: que ‘debía saberlo o que yo sabía todo’ por tanto ignoraba los buenos consejos; que ‘debía de tener la última palabra’ por tanto ignoraba excelentes aportaciones de los demás; que debía dar palabra a todo mundo por tanto me la pasaba aconsejando a medio mundo y hasta dando ‘garrotazos proféticos’ a uno que otro y tengo que confesar con dolor que incluso llegué a la manipulación con las palabras.
Ten presente lo siguiente: los ministerios no son títulos, son oficios. Te quiero decir que hemos cometido el error de ‘idealizar’ los ministerios, olvidando por completo que en la Biblia jamás se refirió a esto como un título de jerarquía, sino a la descripción de un oficio que alguien dentro del cuerpo realiza. No soy pastor porque sea superior a los demás, soy pastor porque esa palabra describe la función que realiza en el cuerpo de Cristo: me gusta estar al tanto de los hermanos.

2.       Creer que Era el Único

Otro error fue el creer que como yo era el líder, nadie más debía hacer mi función. Que yo no debía pedir ayuda porque eso me haría verme débil ante los demás y perdí la oportunidad de hacer cosas maravillosas aprovechando las habilidades de otros. Y por otra parte, me creí la loca idea de que lo que yo hacía era lo ‘único y verdaderamente’ excepcional, que todos los demás eran imitaciones mías y perdí la oportunidad de trabajar con gente realmente brillante, incluso más brillantes que yo jaja. Que yo era el que había descubierto el hilo negro de la pastoral juvenil y me gané así la molestia de muchos a los que intentaba ‘aconsejar’ acerca de cómo deberían dirigir su ministerio.
Ten presente que sí eres único, pero no eres el único. Que gracias a Dios estamos en un CUERPO, y que el Señor siempre estará complementando tu ministerio con otros ministerios, incluso, y principalmente déjame aclararte, con aquellos que parecen no concuerdan mucho contigo. El Señor también estará confirmando lo que haces a través de otros líderes que estarán haciendo algo muy similar o recibiendo una revelación similar. ¡Da gloria a Dios!, por no ser el único.
Una advertencia: Yo puedo estar ahora seguro de que aquello que estoy ‘recibiendo’ de parte de Dios, proviene de Él, porque no soy el UNICO a quien se lo ha revelado. Te recuerdo que somos un cuerpo, y el Espíritu Santo revela a TODO el cuerpo y recuerda que el CUERPO está en todas partes del mundo.

3.       Enorgullecerme De Mis Sermones

En más de una ocasión, la realidad es que casi todas, al terminar de escribir mi bosquejo para mi sermón, lo leía y terminaba repitiéndome: ‘¿Será posible? ¡Es increíble! He hecho el sermón perfecto. ¡Sí!, ¡está vivo!’ Hasta me imaginaba a los jóvenes llorando, arrepentidos y entregándose a Cristo. Lo que realmente pasaba era que solo yo terminaba llorando. ¿Has escuchado que Dios resiste al soberbio? ¡Sí!, lo descubrí.
Examínate, ¿cuáles son los motivos para compartir?, ¿es el Señor quién te está dirigiendo o la intención de ‘hablarle’ a ‘alguien’ de parte de Dios con tu sermón? ¿has notado expresiones de orgullo en tu vocabulario? (es que el Señor siempre me habla, es que yo nunca le he fallado al Señor, es que yo, etc.) ¿menosprecias la valoración que otros pueden dar a tus sermones? ¿no aceptas las críticas?
Ten en cuenta que tú debes dar los mejor, pero que los resultados no dependen de ti o de lo ‘excelente’ que sea tu sermón, sino del Señor. Así que pon tu fe totalmente en lo que el Señor hará y no en lo bien desarrollado que quedó.

Luego les cuento de otros errores de los cuáles he aprendido. ¿Quieren?

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