Líder, No Te Intoxiques
No Te
Intoxiques Con Los Resultados
Tengo en la mente el siguiente pasaje: “Cuando los
setenta y dos discípulos regresaron, le informaron llenos de alegría: —¡Señor, hasta los
demonios nos obedecen cuando usamos tu nombre!” (Lucas 10:17).
¿A quién no le gusta ver buenos resultados del trabajo realizado?
Es más, si entramos a servir al Señor no lo hacemos pensando que vamos a hacer
algo mediocre. Y más, sabiendo que con nosotros está el Creador de los cielos y
la tierra, el Todopoderoso. Los resultados que esperamos son grandes y
maravillosos.
Pero, ten cuidado. Muchos podemos ser intoxicados al ver avances y
grandes logros en el ministerio que ejercemos. Resulta muy fácil entusiasmarnos
tanto por los resultados, que entonces, podemos llegar a cambiar nuestra
motivación de servicio. Por ejemplo: porque vimos cómo el Señor nos ha
permitido compartir a grupos de ‘cientos’, ya no nos permitimos compartir con
grupos pequeños. Porque en algún momento ministramos en un auditorio fino, ya
no nos permitimos compartir en un auditorio menos elegante.
En pocas palabras, Cristo deja de ser nuestra motivación de
servicio. Y son los ‘buenos resultados’ la motivación, o la emoción y el
entusiasmo por obtener buenos logros. Y aunque vamos a hacer buenas obras,
éstas no son las que nosotros queramos, sino las que Cristo preparó de antemano
para que hagamos (Ef 2:10).
Que la motivación de tu servicio a Dios no sea el obtener buenos
resultados, sino el hacer lo que Cristo te pide, aunque el resultado no será el
que tú desees. No te olvides de Moisés, quién tuvo que presentarse ante Faraón,
aun cuando éste no dejaría ir al pueblo de Israel de buenas a primeras, al
contrario, en vez de dejarlos ir, aumentó la carga.
Entonces Moisés fue ante el Señor
y protestó: —Señor, ¿por qué trajiste toda esta desgracia a tu propio pueblo?
¿Por qué me enviaste? Desde que me presenté ante el faraón como
tu vocero, él se ha vuelto aún más brutal contra tu pueblo, ¡y tú no has hecho
nada para rescatarlos! (Exodo 5:22-23).
Moisés se molestó porque al menos en el desierto lo querían, lo amaban y lo respetaban. Pero ahora, haciendo lo que Dios le había pedido era tenido por menos, lo corrieron de palacio de faraón, y hasta su propio pueblo lo odiaba. Su motivación dejó de ser el poder ver lo que Dios estaba y quería hacer, y se convirtió en los resultados obtenidos.
O que me dices de Felipe, él estaba acostumbrado a ir a pueblos y
compartir el evangelio. Y ver como muchos se volvían a Dios y a su Mesías. Pero
eso no fue impedimento para un día ir por un camino solitario y estar dispuesto
a compartir no a multitudes, sino a una persona solamente. (Hechos 8).
Quizás estés acostumbrado a los buenos resultados en el ministerio que
estás realizando actualmente. Pero el Señor te está poniendo comenzar algo
diferente, y lo que te está deteniendo es el temor a no obtener los resultados
que hoy disfrutas, de no tener la popularidad que hoy gozas, de no ser tan eficiente como en este momento eres. Entonces, ¡has cambiado tu motivación!
Te contaré una
experiencia. Tuve la oportunidad de trabajar con matrimonios, cuando el Señor
puso en el corazón de mi pastor que trabajásemos con adolescentes. Tenía un
grupo de matrimonios que había crecido mucho en un año, pero ahora tenía que
comenzar de 0, sin saber si sería igual de efectivo con los adolescentes, un
grupo que muchos en la iglesia consideran ‘difícil’.
Oramos con mi esposa y permitimos que fuese el Señor, y no los buenos
resultados, la motivación de nuestro servicio al Señor y aceptamos. Hoy no
estamos arrepentidos de la decisión. Pero hora estamos nuevamente en otro
cambio. El Señor está poniendo en nuestro corazón comenzar a trabajar con los
padres, y tenemos que volver a permitir que sea lo que el Señor quiere nuestra
motivación, y no los buenos resultados que hoy disfrutamos en lo que
actualmente estamos realizando.
¿Cuál es tu motivación? ¡No te intoxiques de los buenos resultados!
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