Dios, Mi Fortaleza
Una fortaleza es un lugar de enormes dimensiones, diseñada
para ser impenetrable, para defenderse del ataque enemigo. En la antigüedad, se
acostumbraba construir las fortalezas en rocas o montañas, en lugares
difícilmente accesibles; de tal forma que cualquier enemigo que quisiera
atacarlos no pudiera llegar fácilmente e incluso tuviesen desventajas contra
aquellos que se refugiaran en la fortaleza.
El rey David, quien en diversas ocasiones y en diferentes
etapas de su vida se encontró en peligro mortal, seguramente recurrió a
fortalezas para defenderse de: un rey que quería matarlo por celos, del
ejército enemigo que llegaba a atacar, de su propio hijo cuando quiso
derrocarlo, etc. Así que nadie mejor que él podía comprender la importancia de
crear una excelente fortaleza.
Y en su oración, hace una declaración que deberíamos tomar
en cuenta: hizo de Dios, su fortaleza, su roca, su escudo, su lugar seguro.
¿Cuántos hombres y mujeres fallaron por confiar en sus
propias fuerzas? ¿Quizás muchos hombres construyeron magníficas fortalezas y
aun así fueron derrotados? David, no. Él fue creciendo, avanzando y fortaleciendo
su reino día a día. ¿La razón? No confió en su capacidad, no confió en su
ejército tan excelentemente entrenado, no confió ni siquiera en sus fortalezas.
Puso su confianza en la única fortaleza segura e inviolable: Dios.
¿En quién te estás refugiando? ¿Dónde estás haciendo tu
fortaleza y tu lugar seguro? Si es en Dios, enhorabuena. Si no es así, ¿qué
estás esperando?
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