Tú eres, lo que en tu corazón eres.

 

Estoy seguro que lo has escuchado: "¡Tú, eres lo que comes!" Sabemos que no es algo literal, pues los veganos entonces serían "unas papas" ambulantes; aunque sí gana la tentación de querer comer puros bombones, por si acaso es literal.

Este asunto de la identidad es muy importante. Si no somos lo que comemos, ¿cómo podemos definir lo que somos o más importante, lo que queremos ser?

Hay quienes creen que son lo que tienen. Piensan que su valor lo da la marca de ropa que usan, el tipo de auto o móvil que poseen, las amistades que tienen, los bienes materiales que poseen. En pocas palabras, piensan que el valor de una persona está en sus posesiones. Pero, nada más lejos de la realidad. Porque los bienes materiales "se acaban", pero tu identidad es algo que perdura, entonces no puede depender de bienes perecederos.

Hay quienes creen que son lo que hacen. Piensan que su valor depende de sus logros, de sus habilidades, de sus capacidades. Del "éxito" que son capaces de obtener. Sin embargo, el éxito es algo muy subjetivo. Sólo para dar algunos ejemplos: en un concurso de belleza no gana "la más hermosa", sino la que tres personas (o la cantidad del jurado), consideraron la más bella de las que estuvieron en el concurso, mas no significa que sea la más bella. En la entrega del Oscar al mejor actor o actriz, no se premia "al mejor actor o actriz", tan sólo al que resultó mejor entre unos cuantos actores de unas cuantas películas más. Y así podría decir. Además, tarde o temprano, las habilidades van disminuyendo, pero tu identidad aún perdura, entonces tampoco puede depender de logros o habilidades que van acabando.

Y, entonces, ¿de qué depende? En el libro de Proverbios, en el capítulo 23. Se nos cuenta acerca de una situación que nos revela un poco acerca de la identidad.

No comas el pan del egoísta, Ni desees sus manjares. Porque cual es su pensamiento en su alma, tal es él. Come y bebe, te dirá; mas su corazón no está contigo. (Pr 23:6-7)

El asunto de nuestra identidad está en el corazón, está en el alma. Por ejemplo, alguien egoísta, podrá actuar aparentando ser generoso, sin embargo, en su alma, sigue siendo egoísta y está juzgando al que invitó a comer. Así la persona, podrá tener muchos bienes o lograr muchas cosas, sin embargo, su verdadera identidad le seguirá reclamando, y podrá sentirse triste, vacío, sin propósito, como un cero a la izquierda.

Lo único que puede dar sentido y valor al alma, es Dios. Pues el alma humana tiene un hambre, o una necesidad infinita, por eso siempre desea más y más y más. Y sólo Dios es infinito, tiene la medida necesaria para satisfacer al alma. Así que, sólo Dios puede satisfacer tu alma, y cuando tú entregas tu vida a Dios, cuando tú buscas que sea Él quien llene tu alma, que habite en tu corazón, entonces encuentras tu verdadera identidad: hijo(a) de Dios.

Entonces, no eres lo que comes. Eres, tal cual piensas de ti en tu corazón.

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