En Las Buenas Y En Las Malas
Job fue un hombre muy próspero. No era judío, sin embargo
adoraba a Dios. Y no sólo eso, sino que era una maravillosa persona, noble,
justo, honesto, y hasta preocupado porque sus hijos también lo fuesen. Sin embargo,
le empezó a ir muy mal. Perdió sus pertenencias, perdió su ganado, sus hijos
murieron, y para acabarla él enfermó terriblemente. Debo aclarar que la
enfermedad no era de muerte, pero te aseguro que para este punto, él hubiese
deseado mejor la muerte a una enfermedad que lo tenía en cama con dolores
físicos y la agonía de sus hijos muertos.
La pregunta de siempre surgió: ¿Por qué un hombre tan
bueno tiene que sufrir? La gente que lo conocía pudo preguntárselo una y otra
vez. Quizás sus comentarios giraron en torno a: ¿No que Dios es bueno?,
entonces ¿por qué permite que cosas malas le pasen a los buenos? ¿Hay una
respuesta? ¡Por supuesto! No una, muchas. Pero corresponde sólo a la persona
que pasa por una situación así obtenerlas.
Las
personas que te traicionan en esos momentos tampoco pueden faltar, como la
esposa de Job quién le dijo: ¡maldice a tu Dios y muérete!
Y tampoco pueden faltar las
personas bien intencionadas que llegan a darte ánimos, como los amigos de Job,
que con toda buena intención llegaron a decirle: ¡Estás pagando todo lo malo
que has hecho! Por eso Dios te ha enviado ese castigo. ¿Sera verdad que las
cosas malas que nos suceden es para pagar lo malo que hemos hecho? ¿Alguien
podría saberlo? Pues quien conoce el corazón es Dios, nosotros como seres
humanos no.
Pero sea una cosa u otra, el
versículo de hoy me invita a reflexionar acerca de a quién le pertenece todo lo
que soy y cuanto tengo. Es cierto, a veces la vida parece injusta, perdemos
cuando no lo merecíamos. Otras veces perdemos por nuestras decisiones, pero lo
realmente importante no es por qué, sino quién: Y a Dios le pertenece todo. Así
que debes vivir tu vida no esperanzado en lo material, porque no te llevarás
nada. Sino en DIOS porque tu vida es la que llevarás a presentar delante del
Señor, para que Él decida si se queda contigo la eternidad o no. Así que nunca
olvides de alabar el nombre del Señor, en las buenas, en las malas.
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