La Historia Del Pródigo

El viaje del hijo pródigo alejándose de casa comenzó con un deseo. Quizás deseaba dejar atrás las restricciones que había en su casa, las faltas de permiso, las llamadas de atención, etc. O quizás quería dinero para comprar ropa, juegos, un nuevo celular, o ir más seguido al cine, etc. Cualquiera que hubiera sido el motivo, su deseo creció de manera egoísta: “No me siento bien aquí, yo merezco algo mejor”. Ese pensamiento lo llevó a una decisión, y pidió antes de tiempo su herencia. Se alejó de su hogar hacia todo aquello lo que él había deseado.

Una persona que se aleja de Dios, y sigue un camino similar a la del pródigo, comenzó también en su mente, aferrándose a una idea de lo que debería tener. Conforme crece esta idea, se vuelve más fuerte el deseo de tenerlo. Y entonces, sin darnos cuenta salimos de la protección de Dios por ir a buscarlo, y comenzamos a buscar como justificar lo que estamos haciendo o lo que queremos. Basamos nuestras decisiones en razonamientos ilógicos y nos alejamos del Señor para satisfacer nuestros sueños egoístas.

Como el hijo de la historia, podemos disfrutar de los placeres de este mundo por un tiempo, pero finalmente nos encontraremos sin nuestras necesidades esenciales: amor incondicional, seguridad, y un verdadero propósito en nuestras vidas.

Tenemos un enemigo que busca que apartarte de la voluntad del Señor, un mundo que ofrece placeres lejos de Dios, y una “carne” cuya tendencia es preferir los placeres por sobre la obediencia. El resultado es la decepción.

Ahora, tal y como el Padre en esta historia, nuestro Padre Celestial nunca nos forzará a regresar a Él. Si ignoramos la guía del Espíritu Santo e insistimos en seguir por ese mal camino, Él nos dejará que prosigamos. ¿Qué es lo que pasará?

1. Nuestra relación con el Padre es afectada significativamente. El hijo pródigo ya no estaba en contacto con su papá; mantener esa relación no era lo más importante para él. Si ponemos nuestros deseos y nuestra propia voluntad sobre el Señor, entonces estaremos experimentando una desconexión con nuestro Padre celestial. Como cristianos, no podemos dejar de escoger el camino del Señor, para ello debemos acercarnos con toda nuestra mente y corazón a Su verdad.

2. Nuestros recursos –tiempo, talento y tesoro- son malgastados. El hijo pródigo derrochó su dinero en cosas insignificantes y terminó peor que los trabajadores de la casa de Su padre. Dios nos ofrece maravillosos dones espirituales y recursos para colaborar con Él en el establecimiento de Su reino, nos ha provisto con la dirección de su Espíritu. Alejarnos de Él hacia nuestros propios planes, es derrochar lo que Él nos ha dado.

3. Nuestras necesidades más profundas no son cubiertas. Ir tras los sueños fuera de los propósitos de Dios nos lleva al descontento. Sólo en Cristo podremos encontrar plena satisfacción.

Vivir apartados de Dios traerá a nuestra vida fatiga. Las malas decisiones que tomemos pueden resultar en un pesar de por vida, pero no tienen porque dictar nuestro futuro. El Padre celestial está esperando para darnos la bienvenida con gran gozo y amor si nosotros nos arrepentimos y volvemos a Él. ¿Has vagado lejos? Él te está esperando.

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