El Fruto De Su Conducta

El Fruto De Su Conducta
¿Qué hacemos normalmente cuando las cosas no salen tal como esperábamos?
¿Buscamos culpables o tratamos de justificar las consecuencias de nuestras decisiones o actitudes?

La sabiduría hace oír su voz en las calles; clama en la plaza pública. La sabiduría clama a los que están reunidos frente a la entrada de la ciudad y a las multitudes por la calle principal: “Simplones, ¿hasta cuándo insistirán en su ignorancia? Burlones, ¿hasta cuándo disfrutarán de sus burlas? Necios, ¿hasta cuándo odiarán el saber? Vengan y escuchen mi consejo. Les abriré mi corazón y los haré sabios.
“Los llamé muy a menudo pero no quisieron venir; les tendí la mano pero no me hicieron caso. No prestaron atención a mi consejo y rechazaron la corrección que les ofrecí. ¡Por eso me reiré cuando tengan problemas! Me burlaré de ustedes cuando les llegue la desgracia, cuando la calamidad caiga sobre ustedes como una tormenta, cuando el desastre los envuelva como un ciclón, y la angustia y la aflicción los abrumen.
“Entonces, cuando clamen por ayuda, no les responderé. Aunque me busquen con ansiedad, no me encontrarán. Pues odiaron el conocimiento y decidieron no temer al Señor. Rechazaron mi consejo y no prestaron atención cuando los corregía. Por lo tanto, tendrán que comer el fruto amargo de vivir a su manera y se ahogarán con sus propias intrigas. Pues los simplones se apartan de mí hacia la muerte. Los necios son destruidos por su despreocupación. En cambio, todos los que me escuchan vivirán en paz, tranquilos y sin temor del mal”. (Proverbios 1:20-33)

Triste, pero cierto. Tenemos la tendencia a buscar culpables cuando una desgracia nos ocurre, o cuando las cosas no salen de acuerdo a nuestros planes.

Apuntamos a todos lados, nuestros padres, hermanos, el “profe” que quiso reprobarnos, la vecina chismosa que dijo a nuestros papás que nos vio en “plaza” cuando se supone debíamos estar en clases, incluso hasta Dios es culpable. Y ciertamente, las desgracias no vienen solas, pero la neta es que no es culpa de alguien más, sino que son el fruto de malas decisiones que tomamos, de las malas acciones que emprendemos.
¿Cuántas veces has escuchado a tus padres decirte: “Es que no quiero que sufras como yo sufrí”? La próxima vez que te lo digan, ¡escúchalos!; porque te hablan con la neta.

¿Comprendes el por qué cuando tus padres te prohibieron algo, y tú lo hiciste aún sin permiso, te fue mal? Porque cosechaste el fruto de tu conducta. Obedece a Dios, obedece a tus padres, y ten por seguro que te irá bien.

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