No se puede ser vencedor, si no hay una lucha por superar
Anhelamos ser victoriosos, en todo lo que emprendamos. Desde sacar 10 en una tarea o presentación. Desde presentar el mejor trabajo o la mejor exposición. Hasta ganar un partido o un concurso. O llegar a ser campeón o medalla de oro en alguna competencia. No hay experiencia más satisfactoria que el salir victorioso, ser vencedores.
Te voy a recordar algo que, por ser tan obvio, se nos olvida fácilmente y frecuentemente: no se puede ser vencedor, si no hay una lucha o prueba que superar. O como alguna vez leí por allí: la victoria está al otro lado de la prueba.
Para poder experimentar la satisfacción de la victoria, necesitamos pasar por la agonía de la lucha, la experiencia de sacar fuerzas de flaqueza, de levantarse cuando las piernas se han doblado para no mantenerse en el suelo, de alzar la vista y la voz clamando a Dios cuando ya todo lo posible ha sido hecho y tener fe para verlo actuar realizando lo imposible. Y esa es una de las razones por las cuáles Dios permite las pruebas en nuestras vidas, para que experimentemos la satisfacción de la victoria que nos ha dado. O no nos gusta repetir que en Cristo somos más que vencedores.
Por otro lado, la lucha es inherente a la vida. Ya que vivimos en un mundo en conflicto: el anhelo de Dios para ti (y toda la humanidad), que es para salvación, para una vida plena y abundante; contra los planes perversos de satanás de robar, matar y destruir a cada ser humano en el planeta. Vivimos en una lucha constante, entre el deseo de hacer la voluntad de Dios, y la atracción que satanás pone para que cedamos a nuestras pasiones y deseos de nuestra carne. Pero, ánimo Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.(1 Juan 5:4)
Si tú has nacido de nuevo, es decir, has puesto tu fe en Jesucristo, mantente firme, perseverante, que esa fe es la que te hace más que vencedor, porque aunque la prueba parece demasiado grande para ti (como la vez que un niño de 17 años tuvo enfrente a un gigante), Dios es más grande que cualquier problema y está contigo para vencer y derribar al gigante. Al término de la batalla, podrás tomar un gran respiro, secarte el sudor, y quizás las lágrimas, sobarte un poco los golpes, y verás que el Dios todopoderoso se colocará a tu lado, tomará tu brazo y lo levantará al cielo diciendo: ¡Más que vencedor!
Te voy a recordar algo que, por ser tan obvio, se nos olvida fácilmente y frecuentemente: no se puede ser vencedor, si no hay una lucha o prueba que superar. O como alguna vez leí por allí: la victoria está al otro lado de la prueba.
Para poder experimentar la satisfacción de la victoria, necesitamos pasar por la agonía de la lucha, la experiencia de sacar fuerzas de flaqueza, de levantarse cuando las piernas se han doblado para no mantenerse en el suelo, de alzar la vista y la voz clamando a Dios cuando ya todo lo posible ha sido hecho y tener fe para verlo actuar realizando lo imposible. Y esa es una de las razones por las cuáles Dios permite las pruebas en nuestras vidas, para que experimentemos la satisfacción de la victoria que nos ha dado. O no nos gusta repetir que en Cristo somos más que vencedores.
Por otro lado, la lucha es inherente a la vida. Ya que vivimos en un mundo en conflicto: el anhelo de Dios para ti (y toda la humanidad), que es para salvación, para una vida plena y abundante; contra los planes perversos de satanás de robar, matar y destruir a cada ser humano en el planeta. Vivimos en una lucha constante, entre el deseo de hacer la voluntad de Dios, y la atracción que satanás pone para que cedamos a nuestras pasiones y deseos de nuestra carne. Pero, ánimo Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.(1 Juan 5:4)
Si tú has nacido de nuevo, es decir, has puesto tu fe en Jesucristo, mantente firme, perseverante, que esa fe es la que te hace más que vencedor, porque aunque la prueba parece demasiado grande para ti (como la vez que un niño de 17 años tuvo enfrente a un gigante), Dios es más grande que cualquier problema y está contigo para vencer y derribar al gigante. Al término de la batalla, podrás tomar un gran respiro, secarte el sudor, y quizás las lágrimas, sobarte un poco los golpes, y verás que el Dios todopoderoso se colocará a tu lado, tomará tu brazo y lo levantará al cielo diciendo: ¡Más que vencedor!
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