¡Dios mío!, soy papá

Recostado en
el sofá, las lágrimas me brotan y no lo puedo evitar. Veo a mi bebé dormida,
arrullada por los latidos de mi corazón. Quizás de ellos interprete, lo que en
palabras aún no logra asimilar: ¡Estoy aquí! ¡Yo te cuido! ¡Te amo pequeñita!
¡Dios mío!,
soy papá. ¿Lo pensé en voz alta? Mi mente vuela al momento en que colocaron en
mis brazos esta hermosa y frágil criatura que el cielo me dio. ¡Dios mío!, soy
papá. ¿Pensé en voz alta, otra vez? ¿Podré ser buen padre para ella?
El día
terminó pero nuestra historia, bebé, apenas comienza.
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