¿Por Qué A Mí?

En cierta ocasión, para huir del rey Saúl,
tuvo que internarse en territorio enemigo. Ahora estaba entre la espada y la
pared. En su tierra, buscado por el rey para darle muerte, ¡no podía volver! Y
en este territorio, ejércitos que lo odiaban porque los había vencido en
batallas pasadas. ¿Por qué a él? Si David había sido tan bueno, íntegro, no se
lo merecía. ¿Por qué Dios lo permitiría?
Tenemos la equivocada idea de que si uno se
porta bien, o es íntegro y justo, y máximo si uno busca estar bien con el
Señor, siempre nos ‘debe’ ir bien. Pero la realidad es que aquella persona que
desea ser íntegra y justa enfrenta siempre dificultades, ¿por qué? Porque sin
adversidad no hay fortaleza.
Dios está muy interesado en forjar nuestro
carácter, no tanto así en nuestra comodidad. Y las dificultades, las
adversidades son efectivas para ello. Ya que en la adversidad desarrollamos o
ponemos en uso habilidades y talentos que, de otra forma, jamás se hubiesen
activado. Por otro lado, las dificultades son oportunidades para profundizar
nuestras raíces en Dios, ya que nos exige admitir que no tenemos la capacidad o
el valor suficiente para afrontar las dificultades y nos podemos dar
oportunidad de ver como ÉL llega al rescate en cada ocasión, tal como lo
experimentó David.
No olvides, no se trata de ser íntegro,
bueno y justo para que nada malo nos acontezca a nosotros. Si te has
preguntado, ¿por qué a mí? No olvides que, a pesar de ser íntegros y muy
buenos, siempre enfrentaremos dificultades. Pero en todas ellas siempre veremos
a Dios llegando al rescate.
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