Rey De Gloria

Al ver lo que Jesús podía hacer, muchos
creyeron que se trataba de Él y esperaban con ansias a que se manifestara con
todo su poderío; otros más empezaron a poner obstáculos en su camino, quizás
porque la llegada de un nuevo rey supondría la pérdida de la posición y
beneficios que ellos tenían por estar bien colocados con el actual gobierno. Y
muy pocos estaban interesados en lo que Jesús enseñaba y comprendieron que
venía a hacer algo aún más radical.
Jesús sí es el Mesías, es el Rey de Gloria,
pero su reino no es como los de este mundo, es diferente y por eso lo comenzó
de una manera totalmente diferente. No vino a imponerse a la fuerza, vino a
conquistar a través del amor. No vino a dar muestras de su poderío atacando las
aldeas y destruyendo, vino a demostrar que Él usa todo su poder para beneficiar
a sus súbditos. No vino con planes y reformas para mejorar la vida, vino a
destruir por completo el verdadero problema: el pecado. En pocas palabras, vino
a sentar las bases para lo que será su reino glorioso y eterno.
Un reino cuyos súbditos son de manos
limpias (manos que bendicen, manos que procuran hacer el bien, manos que desean
lavarse en la sangre del Cordero porque reconocen cuando se manchan), de
corazón puro (no son perfectos, pero reconocen su necesidad y que necesitan ser
limpiados y purificados por su Rey constantemente), no rinden cultos a ídolos (que
colocan en primer lugar de su vida y corazón al Dios todopoderoso, al que los
rescató de la esclavitud, y le agradecen adorándolo solo a Él), y nunca dicen
mentiras (porque aunque no son perfectos, no esconden sus faltas y pecado, son
sinceros, abiertos y transparentes con el Dios que todo lo sabe).
Será un reino no por imposición, sino por
amor, un reino en el que existirá una relación de familia con Dios el Salvador, con el Rey de Gloria. Yo, ya tramité
mi ciudadanía para ese reino, ¿y tú?
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