Debilucho en la fe?

¿Te ha pasado? Regresaste de un congreso o un retiro, con la fe al 100%, con muchos deseos de alcanzar para Cristo a cuanta persona se te pusiese en frente, dispuesto a conquistar al mundo para Cristo, dispuesto a alcanzar Sus propósitos para ti. Te anotaste en un ministerio, comenzaste a aprender a cantar o a tocar un instrumento para participar en la alabanza, descargaste mucha música cristiana cool para reemplazar la música secular que solías escuchar, y hasta te inscribiste en un curso de TEOLOGIA BASICA, a fin de presentarte al Señor como obrero preparado y aprobado. En pocas palabras, estabas seguro de tener una fe muy grande y poderosa. Pero...

Vino no una, sino una serie de pruebas y circunstancias difíciles, adversas, dolorosas, angustiantes y hasta traumáticas. Te llegó por todas partes el ataque: en tu casa, de tus padres, en tu escuela, en tu trabajo, en la empresa, en tu salud, en tu economía, etc. Sin darte cuenta, después de haber estado gritando con fuerza y mucha ilusión: ¡Soy más que vencedor en Cristo! Esta serie de pruebas ya te tenía tomado de los pies, y como Hulk a Loki (Avengers 1) comenzó a azotarte una y otra vez contra el suelo, y tú quizás sólo alcanzabas a orar (llorar sería lo más adecuado) exclamando: ¡Hasta cuándo Dios! Finalmente te dejó azotado en el suelo y escuchaste la voz del enemigo que terminó diciéndote: ¡Debilucho!

¿Por qué pasa esto? ¿Por qué, pese a que nos sentimos tan fuertes y firmes en la fe, ante la prueba descubrimos que somos debiluchos? Porque nos hemos equivocado de hábitos que fortalecen nuestra fe, y en vez de practicar aquellos que nos harán más fuertes, terminamos practicando muchos que en realidad ayudan poco (es como si en vez de comida saludable para fortalecer tu cuerpo, prefieras comida instantánea, que sí llena, pero no nutre). Me explicaré mejor.

La Biblia asegura en Romanos 10:17: que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios. En pocas palabras, la fuente que abrirá nuestros oídos para que crezcamos en fe es: La Palabra. Y curiosamente, saturamos nuestras agendas con congresos, retiros, libros, películas, música, ministerios y hasta cursos, pero dedicamos muy poco tiempo a la lectura de Su Palabra (ya ni qué decir de la oración y el ayuno).

¡Admitámoslo! No nos gusta estudiar la Biblia, ni meditar en ella, pues porque requiere trabajo y esfuerzo constante; y la verdad es que preferimos tener experiencias espirituales instantáneas y emocionales. Y el verdadero problema es que las preferimos tanto, que las llegamos a hacer la norma de fe en nuestra vida, es decir, vivimos por experiencias y no por fe (la alabanza se sintió 'cool'-Dios se movió; en la reunión se sintió el mover de Dios, sirviendo me sentí útil para el Señor, etc.). Pero no debemos olvidar que nuestras emociones son demasiado inestables y que Satanás y sus demonios también tienen la habilidad de conmover a los seres humanos.

Así que, recomendación para que la próxima vez que vengan pruebas a tu vida, y no te agarren de nuevo como a Loki: pasa más tiempo leyendo la Biblia, en oración y practica el ayuno. Te aseguro que ya no podrán azotarte contra el suelo, y tú saldrás victorioso en cada batalla que enfrentes.

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