Cuando el sufrimiento llega - dia 3

Cuando tres de los amigos de Job se enteraron de la tragedia que había sufrido, viajaron juntos desde sus respectivos hogares para consolarlo y confortarlo. Sus nombres eran Elifaz, el temanita; Bildad, el suhita y Zofar, el naamatita. Cuando vieron a Job de lejos, apenas lo reconocieron. Con fuertes lamentos, rasgaron sus vestidos y echaron polvo al aire sobre sus cabezas en señal de dolor. Entonces, durante siete días y siete noches, se sentaron en el suelo junto a Job, y ninguno le decía nada porque veían que su sufrimiento era demasiado grande para expresarlo con palabras.

Por fin habló Job y maldijo el día de su nacimiento. Dijo:

«Que sea borrado el día en que nací y la noche en que fui concebido. Que ese día se convierta en oscuridad; que se pierda aun para Dios en las alturas, y que ninguna luz brille en él. Que la oscuridad y la penumbra absoluta reclamen ese día para sí; que una nube negra lo ensombrezca y la oscuridad lo llene de terror. Que esa noche sea borrada del calendario y que nunca más se cuente entre los días del año ni aparezca entre los meses. Que esa noche sea estéril, que no tenga ninguna alegría. Que maldigan ese día los expertos en maldiciociones, los que, con una maldición, podrían despertar al Leviatán. Que las estrellas de la mañana de ese día permanezcan en oscuridad; que en vano espere la luz y que nunca llegue a ver la aurora. Maldigo ese día por no haber cerrado el vientre de mi madre, por haberme dejado nacer para presenciar toda esta desgracia.

»¿Por qué no nací muerto? ¿Por qué no morí al salir del vientre? ¿Por qué me pusieron en las rodillas de mi madre? ¿Por qué me alimentó con sus pechos? Si hubiera muerto al nacer, ahora descansaría en paz; estaría dormido y en reposo. Descansaría con los reyes y con los primeros ministros del mundo, cuyos grandiosos edificios ahora yacen en ruinas. Descansaría junto a príncipes, ricos en oro, cuyos palacios estuvieron llenos de plata. ¿Por qué no me enterraron como a un niño que nace muerto, como a un niño que nunca vivió para ver la luz? Pues una vez muertos, los malvados no causan más problemas y los cansados encuentran reposo. Aun los cautivos logran tranquilidad en la muerte, donde no hay guardias que los maldigan. El rico y el pobre están allí, y el esclavo se libera de su dueño.

»Oh, ¿por qué dar luz a los desdichados, y vida a los amargados? Ellos desean la muerte, pero no llega; buscan la muerte con más fervor que a tesoro escondido. Se llenan de alegría cuando finalmente mueren, y se regocijan cuando llegan a la tumba. ¿Por qué dar vida a los que no tienen futuro, a quienes Dios ha rodeado de dificultades? No puedo comer a causa de mis suspiros; mis gemidos se derraman como el agua. Lo que yo siempre había temido me ocurrió; se hizo realidad lo que me horrorizaba. No tengo paz ni tranquilidad; no tengo descanso; solo me vienen dificultades».







Esta historia continuará...

Muchos se suicidan para aliviar el dolor. Se sienten muy solos. Lo más importante que puedes compartir con alguien que está sufriendo eres tú mismo para brindarle consuelo.

¿Cómo ayudar a alguien así? No lo dejes sólo, preocúpate por él, mantente disponible y en contacto, ora por tu amigo, recuérdale que es amado y valorado por Dios y útil para él, trata de impartirle esperanza.


¿Cómo consolar a un amigo? Consolar no es obligarlo a ser fuerte o a no darse por vencido, tampoco un montón de palabras positivas. Reciben consuelo cuando sentimos su dolor y tristeza, cuando saben que no están sufriendo solas. Ofrécele un abrazo o un hombro en el cual llorar y ayuda en sus labores.

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